Vida y muerte sin papeles

Proceso, México /Septiembre 23 2001

Mexicanos en Nueva York

El derrumbe de las Torres Gemelas abrió en canal la dramática situación en la que viven y trabajan en Nueva York varios cientos de miles de mexicanos, muchos de ellos de manera ilegal. El enorme flujo de connacionales rebasó la capacidad de respuesta del consulado que, según activistas independientes, ha optado más por la defensa de los intereses del gobierno en turno que por la de los derechos de los migrantes.

Antonio Jáquez

Nueva York.- Para Cayetano Feliciano, el día empieza a las seis de la mañana, cuando se dispone a salir a su primer trabajo, y acaba hacia la medianoche, cuando concluye su segunda jornada laboral, en un supermercado del este de Manhattan. "Apenas me doy cuenta de lo que pasa en la ciudad y eso cuando veo la tele", dice.Igual pasa con decenas de miles de mexicanos: llevan un estilo de vida que tiene poco que ver con el famoso glamour neoyorquino, e incluso —según estudiosos del tema—, es de calidad inferior al de otras comunidades latinas, como las de Puerto Rico y República Dominicana.

El estatus de los mexicanos se explica en parte por su bajo nivel educativo, pero sobre todo porque la mayoría de ellos son indocumentados, y por lo tanto no tienen derechos políticos ni pueden disfrutar de las prestaciones de los residentes con papeles.

Temerosos, desconfiados, muchos mexicanos no usan su nombre real, ni, en caso de tenerlos, portan documentos de identificación, por si son deportados volver a internarse sin problemas.

"No se necesitan papeles para trabajar aquí", afirma un guerrerense que trabaja en un deli (miscelánea-restaurante) de la parte baja de Manhattan, a pocas cuadras del colapsado World Trade Center.

La falta de papeles, precisamente, es la razón de fondo por la que ni siquiera se puede cuantificar a los mexicanos muertos en los ataques terroristas a las Torrres Gemelas, menos aún identificar lo que queda de ellos entre los escombros.

Así lo reconoce Enrique Berruga, subsecretario de Asuntos para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). En entrevista telefónica con Proceso, matiza el diferendo entre el canciller Jorge G. Castañeda y el cónsul Salvador Beltrán del Río sobre el número de mexicanos muertos. El canciller estimó esa cifra (en "cientos"), afirma, a partir de una lectura objetiva de la presencia de mexicanos en Nueva York y los que presumiblemente laboraban en las Torres Gemelas. "Hizo una extrapolación".

El mismo funcionario admite que la pre-sencia creciente de mexicanos, unos 500 mil a la fecha, rebasó la capacidad de respuesta y el perfil del consulado, que, según activistas independientes, se ha definido más por la defensa de los intereses del gobierno en turno que por la de los derechos de los migrantes. "Estamos redefiniendo el perfil de este consulado y de hecho el de todo el sistema consular en Estados Unidos", asegura Berruga.

En tanto, la Iglesia católica, mediante una iniciativa de un grupo de jesuitas, dio un paso adelante en la defensa de los derechos de los migrantes. En 1997, con el apoyo de la arquidiócesis y del cardenal O'Connor, se fundó la Asociación Tepeyac, bajo la dirección del sacerdote jesuita Joel Magallán, procedente de México.

Organizada en principio en torno del culto guadalupano, Tepeyac ha ampliado su ámbito de acción a la promoción de los derechos humanos y políticos, en alianza con otras organizaciones independientes en algunas propuestas, como la amnistía para todos los indocumentados. La asociación despierta, además, el interés de investigadores norteamericanos y mexicanos del fenómeno migratorio.

Crecimiento espectacular

La calle 116, en el llamado Harlem Español al este de Manhattan. parece una réplica de una vía comercial de la Ciudad de México, con su serie de establecimientos de nombres típicos: Casa El Rodeo (artículos de cuero), La Lomita del Barrio ( abarrotes) , Tacolandia ("tacos, tortas y huaraches"), Azteca Unisex (estética)...

Los negocios que marcan la diferencia, aquí y en otros barrios, son las casas de cambio, especializadas en envíos de dinero a pueblos mexicanos. "Atendemos a unos 500 clientes por mes", informa Alejandro Nieto, a cargo de una sucursal de Bancomer. "Los paisanos mandan unos 300 dólares por semana, en promedio, y algunos envían hasta mil, supongo que son los que no tienen muchos compromisos aquí".

Cuenta que el destino más común de las remesas son comunidades de Puebla, como Zacapoaxtla, y recientemente se han multiplicado los envíos a Neza. En general, dice Nieto, han crecido los envíos de dólares a México al menos 20%. "Ese porcentaje debe ser mayor, pero también la competencia ha crecido muchísimo".

De 25 a 30% de la migración mexicana a Nueva York viene del DF, el doble que en 1992, calcula el experto Robert Smith, de la Universidad de Columbia. "La migración de Neza se ha vuelta tan común —comenta Smith en un ensayo recién publicado— que los migrantes ahora dicen que viven en Neza York", en lugar del Puebla York que se nombraba.

El crecimiento de la población mexicana ha sido espectacular, señala Smith, incluso las cifras más conservadoras hablan de casi 300 mil personas, entre inmigrantes y nacidos aquí, comparados con los 40 mil que había en 1980 y los 100 mil en 1990. Además, el nacimiento de niños de madres de origen mexicano creció 232% entre 1988 y 1996, de acuerdo con el Departamento de Salud. Se calcula que hay otros 300 mil mexicanos en los suburbios de la zona metropolitana.

Según Smith, esta explosión se explica por el deterioro en las condiciones de vida en México de los ochenta en adelante, en particular en la Mixteca de Puebla, Guerrero y Oaxaca. Además, para mediados de los ochenta, la mano de obra mexicana ya era reconocida aquí como eficiente, por lo que aumentó su demanda.

La fuerza numérica de los mexicanos de Nueva York no repercute en sus condiciones de vida. "Estamos muy desunidos, muy dispersos", dice Juan Cáceres, dirigente del Centro de la Comunidad Mexicana de Nueva York, ubicado en el corazón del Harlem Español, junto a la Iglesia Misionera Pentecostal.

"El viejo régimen priista, a través del consulado, se encargó de sembrar la división de los mexicanos, fabricando organizaciones que eran puros membretes o que se dedican preferentemente a los negocios y a hacer política convenenciera. Vemos que los mismos que eran del PRI se presentan ahora como foxistas o como panistas. Honestamente, en Nueva York no se nota que hubo un cambio de gobierno en México, ¿allá sí se siente?."

Acusa: "Ni siquiera en medio de la desgracia que provocaron los ataques terroristas vemos que el consulado cambie su vieja forma de trabajo, no hemos visto una sola convocatoria a la unidad de los mexicanos. No vemos indicios de fomentar la unidad, sino el control; es decir, vemos lo mismo que pasaba en tiempos del PRI, hasta en ese afán de minimizar el número de muertos".

Con todo, cree que el presidente Fox puede mejorar las cosas . En ese sentido, espera que Fox logre un acuerdo migratorio "en el que realmente se reconozcan los derechos de los trabajadores mexicanos, sobre todo de los que ya están establecidos. No se vale que se nos reconozca como buenos trabajadores y legalmente se nos trate como si no existiéramos. Es triste que muchos regresen a México con los brazos cruzados o que sobrevivan aquí con grandes dificultades".

Las peores condiciones

La película de Neza York es similar en los barrios favoritos de los mexicanos, sea el Harlem Español, Sunset Park en Brooklin o el South Bronx: los mexicanos residen apiñados en multifamiliares y laboran en comercios aledaños como meseros, panaderos, carniceros, floristas, dependientes en negocios de abarrotes o tiendas de ropa barata...

Jackson Heigths, en Queens —cruzando la telaraña de acero del puente Queensboro que atraviesa el río Harlem—, es un caldero de sitios latinos, destacadamente mexicanos, estremecido por el ruido intermitente del tren elevado que cubre la avenida Roosevelt. Abundan las casas de cambio, las taquerías y las tiendas de discos (repletas de material de bandas gruperas, por supuesto); y hay también una "Escuela de ciudadanía" —en la que se anuncia asesoría legal para inmigrantes, "los preparamos para la cita con inmigraciones"(sic)—, una librería atestada de ejemplares de las profecías de Nostradamus —el bestseller del momento en Estados Unidos—y hasta una llamada Botánica La Buena Suerte en la que se ofrece lectura del Tarot.

Aunque los mexicanos se desparraman por los cinco grandes distritos que abarca la ciudad, tienden a establecerse en barrios que ya cuentan con presencia latina, según la socióloga Emily Rosenbaum, de Forham University, pues de ese modo su desconocimiento del idioma inglés no les perjudica.

Sus condiciones de vida, sin embargo, son peores que las de otras minorías latinas, de acuerdo con indicadores estudiados por Rosenbaum. "Una proporción más grande de mexicanos que de centro y sudamericanos son oficialmente pobres, y tienen ingresos que están sólo marginalmente arriba de la línea de pobreza", dijo la especialista, en un foro reciente organizado por Regina Cortina, de la Universidad de Nueva York.

Esas diferencias se deben, en gran parte, a que los mexicanos cuentan con familias más numerosas, 70% de las cuales vive en "condiciones de saturación" y el 30% restante en el rango de "muy saturadas". Para las oficinas públicas y para los investigadores es casi imposible averiguar el número exacto de mexicanos que residen en una casa e incluso en un cuarto.

Desunidos, sin asideros legales ni políticos, explotadísimos laboralmente, los mexicanos se aferran a sus símbolos religiosos, especialmente a la Virgen de Guadalupe, dice Liliana Rivera, socióloga veracruzana que prepara su tesis de doctorado por la New School of Social Research, con énfasis en el tema migración-religión.

En entrevista, y en un adelanto de su tesis facilitado a Proceso, Rivera exalta el esfuerzo de la Asociación Tepeyac en la "reconstrucción del sentido de identidad, como mexicanos y como guadalupanos". El esfuerzo se despliega en 40 comités guadalupanos, en torno de otras tantas parroquias de la ciudad.

Roberto Smith, por su parte, en el ensayo citado, afirma que una de las estrategias más exitosas de Tepeyac ha sido combinar movilizaciones por los derechos de los trabajadores, por ejemplo, con festividades religiosas, como la celebración del 12 de diciembre. El éxito sería mayor, señala, si se tuviera el respaldo de la Iglesia católica como institución y no sólo el apoyo eventual de algunos jerarcas.

El acuerdo migratorio

Tepeyac se localiza en la calle 14, pletórica de pequeños negocios de inmigrantes —abundan los chinos— y a unas cuantas cuadras del Village, el famoso barrio universitario. Calles abajo están los rascacielos del distrito financiero y comercial de Manhattan, del que estos días se percibe más que nada el olor de los muertos.

En un descanso de las tareas de rastreo de desaparecidos en las Torres Gemelas, que absorben su agenda actual, Magallanes habla de los objetivos de Tepeyac. Subraya la necesidad de empujar un acuerdo migratorio que incluya la amnistía general y la residencia permanente a los indocumentados, "y por eso estamos unidos en esta lucha organizaciones, sindicatos, iglesias y grupos nacionales. Estamos convencidos de que la solución a tantos problemas que tienen todos los inmigrantes, y no sólo los mexicanos, es que se conceda la residencia permanente".

Desgraciadamente, sostiene, "los presidentes Fox y Bush han montado un teatro sobre este tema, hablando en principio de un acuerdo que legalizará a 3 millones de indocumentados, en una especie de amnistía, pero luego han canalizado el tema hacia el otorgamiento de permisos temporales de trabajo. Este tipo de acuerdo lo único que lograría sería legalizar la explotación y reforzar los mecanismos de control de las autoridades de Estados Unidos".

El hermano Magallán —como le llaman los paisanos— sostiene que los permisos temporales cancelan la posibilidad de adquirir derechos políticos. "Si se adquieren derechos políticos nos volvemos un pueblo con poder para organizarnos, para exigir prestaciones, para desarrollar nuestra cultura, para participar en el gobierno, así que lo mejor para el gobierno de Estados Unidos es desactivar esa posibilidad, con la ayuda de Fox, que en esto como en otras cosas se parece a Carlos Salinas de Gortari".

Peor aún, concluye, el eventual acuerdo sobre trabajadores huéspedes que se estaba negociando, "después de los ataques terroristas dejó de ser la prioridad que se decía que era. Lo que ahora importa, incluso como un factor que puede aliviar la recesión económica, es el impulso de la guerra, a través sobre todo de los medios de comunicación; en algunas radiodifusoras y televisoras se ha dicho que también los inmigrantes deben alistarse para la guerra, sean documentados o no".

Según el subsecretario Berruga, no se ha dicho la última palabra sobre el acuerdo migratorio, pero acepta que los ataques terro-ristas han sido "un distractivo mayúsculo, la atención del gobierno de Estados Unidos cambió de rumbo por razones obvias y hoy se concentra en la seguridad nacional. Pero el tema migratorio tiene importancia permanente para ellos y nosotros seguimos en México trabajando en este asunto".