Luto en Pueblayork

La Jornada/ Suplemento Masiosare

DOMINGO 23 DE SEPTIEMBRE DE 2001

Un bautizo poblano: "Protégelo de la guerra y el terrorismo"

Decenas de familias poblanas comparten con los López Pascual el dolor de haber perdido un ser querido en el ataque contra las Torres Gemelas. "El dio la vida por Estados Unidos. No es justo que otros paguen por los grandes errores del gobierno estadunidense, que quiere gobernar el mundo. No se vale", dicen los familiares de Leobardo López. Las secuelas del golpe están por verse. Por lo pronto, la herida abierta a miles de kilómetros ya ha cambiado hasta el tono de las ceremonias religiosas en el territorio de la migración masiva a Nueva York

Tania MOLINA RAMIREZ

Ana Pascual mira atentamente la pantalla de la computadora mientras se abre la página electrónica www.tepeyac.org. La Asociación Tepeyac, de mexicanos residentes en Nueva York, actualiza cada dos horas la información sobre los mexicanos desaparecidos tras el ataque del martes 11 de septiembre.

Ana Pascual es madre de Leobardo López Pascual, quien hasta ese día laboraba como mesero en el restaurante Windows of the World en el piso 107 de la Torre 1 del World Trade Center. Nada ha sabido de su hijo desde el viernes 31 de agosto, cuando se comunicó -como cada dos semanas- por última vez con ella.

Desde entonces, todos los días, la madre y las hermanas de Leobardo van a Acatlán de Osorio a "checar el Internet". Ana Pascual, dos hermanas de Leobardo -Raquel y Manuela-, las tres pequeñas hijas de Raquel -Joanna, Jessica y Paola-, y el esposo de Manuela están agrupados alrededor de la computadora en el café internet de Acatlán, a unos 15 minutos de San Pablo Anicano, donde vive la madre de Leobardo.

Es la primera vez que usan Internet, todavía no le saben, así que un muchacho del establecimiento les ayuda.

En la lista aparece lo que buscan: "López, Leobardo, 41, San Pablo Anicano, Puebla México..." Pero, a diferencia de ayer (sábado 15), debajo de su nombre ya no está el de su compadre, Antonio Meléndez. Raquel le pide al joven del café que busque más abajo. No ven su nombre.

-A lo mejor ya lo encontraron -dice con un asomo de esperanza Raquel.

El muchacho abre la lista de los encontrados con vida. Busca "Meléndez". "No queries found", aparece en la pantalla. Ninguno de ellos habla inglés, así que tardan unos minutos en comprender que no hay ningún Meléndez en esa sección.

Si no está ni entre los desaparecidos ni los sobrevivientes...

Raquel deja la frase inconclusa. Su madre rompe en llanto. Ambas saben que lo más probable es que ambos, Antonio y Leobardo, hayan estado juntos en el momento de la tragedia. Vivían y trabajaban juntos.

Raquel intenta comunicarse por celular con amigos en Nueva York que están ayudando a la familia en la búsqueda. No lo logra. Le pide al joven que busque de nuevo entre los desaparecidos. Al fin aparece "Meléndez, Antonio".

 

***

No importa si fueron cientos o miles, como llegó a sugerir el canciller Jorge Castañeda. O que no sepamos cuántos, como dijo Juan Hernández, encargado de la Oficina Presidencial para los Mexicanos en el Exterior. Aquí en la Mixteca poblana, sin importar el número, ya comenzaron a cambiar la vida de sus paisanos.

El párroco Fausto Vázquez Hernández bautiza a un bebé en el templo de San Pablo Anicano. En las palabras que pronuncia hay algo nuevo: "Protégelo de la guerra y el terrorismo".

Los especialistas calculan que en Nueva York y sus alrededores hay de 400 a 600 mil mexicanos. ¿Cuántos son de por aquí? "En muchos sectores (en Nueva York) existe la convicción de que todos los mexicanos son poblanos", sostiene el investigador Fernando Herrera.

Las autoridades de San Pablo Anicano calculan que unas 200 personas de las mil 800 del poblado están del otro lado.

El párroco estima que alrededor de la mitad de la población de la región que él atiende -San Pablo es cabecera municipal- se fue al país vecino. "Desde los 14 se van", dice.

"El primero de mis hijos se fue por el 70. Se llama Pedro Soriano", dice Albino Soriano Vergel, sentado en la cama que en estos días deja poco debido a las reumas.

"Luego se fue Gloria... luego se fue Juan Carlos... luego se fue Israel y su mujer... luego se fue Blanca con sus hijos... luego se fue María Luisa con sus hijos..." Y continúa, hasta contar 10. Ninguno ha vuelto. Todos, menos Jacqueline, quien murió de parto, están en Maryland. Uno es albañil, dos son pintores de brocha gorda, y los otros trabajan en restaurantes.

Sólo dos de sus hijos están en México.

Gloria se fue cuando su hija, Dalila, estaba en el kínder. No se han visto desde entonces. Ahora Dalila es una hermosa joven de 17 años.

-Sí me gustaría ir a Estados Unidos, pero prefiero quedarme con mis abuelos -dice la muchacha, mientras atiende la tienda de la familia.

La pareja pudo comunicarse con sus hijos en Maryland hasta el mediodía del martes.

La familia Soriano -una de las de San Pablo Anicano que más miembros tiene en Estados Unidos- es de las que más aportó a la hora de la reconstrucción del templo, que se cuarteó en un temblor hace dos años. Juntaron 2 mil 772 dólares. En total, los migrantes aportaron 6 mil dólares y pusieron otra cantidad para el atrio. El resto de los envíos se han destinado a la manutención diaria de las familias.

Dio la vida por Estados Unidos

Leobardo López se dedicaba al oficio más socorrido de los mexicanos en Nueva York. "Cuando me asomo por la ventana del restaurante donde trabajo veo los carros y las personas pequeñitos", le presumía a su hija Mariela en una de sus llamadas telefónicas. Ella y sus tres hermanos, de dos madres, recibían de Leobardo entre 100 y 150 dólares cada mes, desde hace cuatro años, cuando su papá se fue a aquella ciudad. Lo único que pedía, dice la madre de

Leobardo, es que sus hijas no dejaran de estudiar. El prometía darles para todo lo que necesitaran.

Ahora quizá se haya ido para siempre esa posibilidad, pese a que la familia mantenía, a principios de la semana, un rayito de esperanza: "Queremos creer que Abelardo está atrapado en los subterráneos que dicen que tenía el edificio", dice Raquel.

Aferrado a esa vaga esperanza, uno de los 11 hermanos de Leobardo, Cris, quien vive en California, voló a Nueva York el martes pasado. Antes, amigos de la familia habían llevado el cepillo de dientes de Leobardo para ayudar en su posible identificación.

El jueves 20, mientras el presidente George Bush anunciaba el inicio de la guerra global y dividía el mundo en aliados y enemigos, las esperanzas de encontrar a Leobardo con vida se habían desvanecido: "Al menos esperamos encontrar el cadáver", decía Raquel.

Unos días antes, en el territorio de Pueblayork, la misma Raquel se lamentaba: "El dio la vida por Estados Unidos. No es justo que otros paguen por los grandes errores del gobierno estadunidense, que quiere gobernar el mundo. No se vale".*